Ayer crecí haciendo una tortilla de huevo

Soy una persona sumamente perfeccionista, para mí o las cosas salen como las he planeado, o salen como yo las he planeado.

Quizás por eso me cuesta tanto dejar mis planes a Dios y vivir ese divino abandono, que ya citó antes mi gran amigo y tremendo escritor Rafael Pérez.

Sin embargo ayer me di cuenta que he empezado a crecer, y lo noté mientras cocinaba una tortilla de huevo.

Los martes en la mañana son un momento especial para compartir con uno de mis pitufos favoritos, el doctor Víctor Felipe Rodríguez, juntos apartamos este tiempo para alimentar nuestra amistad, mientras alimentamos el cuerpo.

Este martes, no era cualquier martes, pues se trataba de su cumpleaños, todo estaba planeado a la perfección, el menú había sido decidido con anticipación y todos los ingredientes estaban presentes antes de partir esa mañana al hospital regional de La Vega.

De vuelta a casa, delantal, sartén, la mejor vajilla y no olvidar el postre.

La tortilla de huevo era el plato principal, no sería cualquier tortilla, se trataba de una tortilla rellena con los más surtidos ingredientes.

Los huevos en la sartén hacían el ruido característicos y desprendían el olor que sólo se huele cuando todo va bien, al momento de voltear la tortilla, oh, oh, estaba pegada, intente despegarla con todo utensilio a mi alcance y ninguno funcionó.

Retiré la sartén del fuego y contemple la tortilla arruinada durante unos segundos, esto era suficiente para arruinar todoel día, de repente una chispa me llevó a verter todo los ingredientes sobre la tortilla, que en este momento se convertía en huevos revueltos a la primavera.

El desayuno estuvo muy rico, disfruté de un muy buen momento con mi amigo, y crecí, y me sentí lista para dejarme cambiar algunos planes.

La realidad una tortilla arruinada, la verdad una oportunidad para unos excelentes huevos revueltos a la primavera.